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Blog de Roberto Toro
16 de Diciembre, 2010 · General

El tan mentado oficio de vender humo


 

“El futbol es demasiado negocio para ser sólo un deporte. Y demasiado deporte para ser sólo un negocio.”

 

El fútbol argentino ha desarrollado un exagerado desprecio por lo que fueron sus características prístinas, aquellas virtudes más añejas que llevaron al Río de la Plata a tener una identidad propia, para enrolarse en un amorfo sistema de mezquindades, especulaciones y aberraciones estéticas.

¿De dónde sale aquella sensación a nada, repleta de soledad y angustia que nos dejan nueve de los diez partidos que vemos televisados por estos días? Siempre creí que esta sensación correspondía a un impulso particular, mas el contacto con otros que aseguran lo mismo me lleva a preguntar si en realidad no existirá algo tan íntimo y secreto que ha sido tapado por paladas de impunidad y vandalismo, pero que aun intenta revelarse inconscientemente ante una realidad que lo oprime y lo ignora. La excusa del éxito ha impuesto las pautas de la decadencia estética. Han inventado un deporte nuevo en donde el único goce se encuentra en el éxito, en el resultado, más allá de las aberraciones cometidas. Un reflejo social a esta altura.

El pragmatismo heredado de las sociedades industriales -imperialismo mediante- ha cambiado las coordenadas del éxito y ha montado el placer en la rentabilidad. Si algo da dinero, no importa cómo ni de qué forma, sirve y, por lo tanto, es exitoso y tolerable. Hasta el cansancio retumba la vieja afirmación de Galeano en su imprescindible Fútbol a sol y a sombra: “La historia del fútbol es un triste viaje del placer al deber. A medida que el deporte se ha hecho industria, ha ido desterrando la belleza que nace de la alegría de jugar porque sí.

El costo local de esta industrialización es la decadencia. Un fútbol de testaferros, dirigido por un jefe magnánimo, avalado por aquellos que alzan su voz contra otros regímenes bloqueados y dilatados en el tiempo, pero que ante la autocracia local callan y obedecen. Clubes endeudados que no pueden retener sus baluartes por más de una temporada, que subastan porcentajes de jugadores a personajes difusos, periodistas que levan la calidad de jugadores mediocres alterando la realidad de un juego en beneficio de empresarios capaces de colocar en el mercado internacional al primer cuadrúpedo capaz de darle un puntazo con una mínima dirección a la pelota.

La ultradefensa del corporativismo mediático en la que descansa el futuro del negocio, ha creado un laboratorio de opiniones y neologismos, desde donde se desatomizan las dudas que el resultado de esta gran puesta en escena, que a veces parece ser el fútbol, nos pueda dejar. Ahí vendrán a inundar y popularizar conceptos al servicio del regente de turno. Uno de estos últimos logros es la imposición del término vendehumo.

Vendehumo: Término peyorativo futbolero con el que una persona intenta bastardear a otra poseedora de un conocimiento al que él nunca accederá ni hará el intento por acceder, con el único fin de mantener torpemente los alfileres con que otro diagramó su precaria forma de ver el mundo.

Hallo una relación directa entre esta manera posmoderna de chatura, con aquellos comentarios que en plena universidad sentenciaban a Foucault, Nietzsche o Hegel como “paja”.  La comprensión y el abordaje de algunos conceptos teóricos significarían una laboriosa amenaza para nuestras vidas ligadas al tridente “Trabajo, producción, consumo”.

El mercado actual del deporte intenta lavar su cara repleta de mediocridad y aburrimiento, con el gatopardismo habitual que no es –a esta altura- propiedad exclusiva del fútbol. Cambiar todo para no cambiar nada. Las gráficas previas a los partidos nos muestran equipos con tres defensores, mediocampos superpoblados y tres delanteros, en un intento por declarar sobradas muestras ofensivas. Mucho más fácil que la copia de un estilo de juego, son las reproducciones de esquemas que nunca terminan por concretar demasiado. Si el juego no se basa en el toque, la rotación y el desmarque, en la utilización de los espacios vacíos, esos que se reconocen justo cuando la jugada más los esconde. Si los laterales nunca jamás pasan al ataque, anclados en el afán de ocupar su espacio defensivo. Si se intenta atacar saltando posiciones con pelotazos frontales. Pues dibújenme un esquema con diez delanteros que igual de aburrido y obsoleto seguirá siendo el fútbol moderno. Cambiar los esquemas aunque sin copiar los estilos de juego. Cambiar todo para no cambiar nada.

Cuenta Ezequiel Fernández Moores en Breve historia del deporte argentino: “…el polo argentino ya tenía la nuestra. Al revés del fútbol, más potencia que técnica, más velocidad que lentitud. El fútbol es jugar corto, en el polo jugar largo.” La esperanza reside en que, en algunos casos, aun el fútbol es jugado por seres humanos. Por esos mismos lares, el rugby posee un axioma fundacional de que repite orgulloso: “El rugby es un deporte de caballos jugado por caballeros” La desgracia radica en que el fútbol ha iniciado un camino descendente y, lo que es aún peor, ha encontrado el regocijo, en el recorrido inverso de esa afirmación.

La posmodernidad ha intentado borrar las diferencias entre los seres humanos con el único fin de una masiva uniformidad de consumidores. A menor cantidad de particularidades, mayor amplitud de posibles compradores de un producto, por lo tanto: mayor rentabilidad del negocio. Es así que en este aspecto (y sólo en este aspecto) el libre mercado ha borrado las fronteras. El fútbol ha recorrido un camino similar y ha mutado toda su estructura con un desprecio tan grande hacia sus orígenes que asombra.

Otra vez “al imperialismo no hay que creerle ni un tantito así”. Aunque, claro, esa afirmación fue dicha alguna vez por un tal Ernesto Guevara, que era un vendehumo que murió sucio y pasado de hambre (tal vez traicionado) en la selva boliviana, luchando por un mundo imposible. Ajusticiado por un hombre que, en vida, no hubiese sido capaz de atarle los cordones de su viejo borceguí gastado, siquiera.

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publicado por robertotoro a las 22:21 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
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